
El otro día sucedió algo que me hizo pensar en lo que le gusta a esta vida enseñarnos con ejemplos el modo en que las cosas son.
Conservaba un pequeño abrebotellas desde hacía más de diez o doce años que evidentemente significaba mucho más para mi que un simple abridor. Suele pasarme con ese tipo de pequeños objetos, o relojes. No se...es difícil de explicar pero no de entender. El caso es que en el momento en que menos esperaba perderlo, lo perdí. Y no tengo la certeza de poder recuperarlo algún día, lo que lo hace casi irrecuperable. Un objeto a priori insignificante está contigo más de diez años y de buenas a primeras se va. Sin embargo tu no lo echas mucho de menos. Sólo cuando vas a abrir una cerveza o dos. Aunque la cosa se complica cuando tu eres camarero y te pasas el día usando el abridor.
Con las personas pasa lo mismo. Conoces a gente desde hace años, o de toda la vida, o desde hace poco, y de buenas a primeras, desaparecen y no los vuelves a ver, quedando contigo millones de recuerdos buenos y malos que no sirven para nada. Es como si coleccionaras todos los chapetes que has ido abriendo con tu abridor todos esos años y los guardaras en tus bolsillos, llevandolos a todas partes.
Lo peor o lo mejor de todo es que de los chapetes te deshaces en el momento, y los recuerdos, ya sean buenos o malos, estarán contigo el resto de tu vida. Depende de cómo tu seas y consideres mejor o peor el hecho de que vas a tener el resto de tus días para disfrutar, o por el contrario de sufrir, muchos y variados recuerdos en tu cerebro...
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