domingo, 18 de febrero de 2007

Eurovisión

No hay nada como un rato de telebasura para combatir el bajón "postparty" y subir la autoestima del derrotado cuerpo que te queda tras el abuso de alcohol, tabaco y demás elementos de las largas noches de fiesta. Tras estar bebiendo todo el dia anterior, desde las doce del mediodía, hasta las 10 de la mañana del día siguiente, pasé la tarde del sábado frente al televisor, con el mando a distancia convertido en otro apéndice más de mi cuerpo, y devorando todo elemento catódico emergente de tan preciado tesoro de salones y "living-rooms" de toda las casas de España. Lo mejor de todo llegó, tras unas tres horas de calentamiento y "adaptación al medio" cuando en la Primera de Televisión española apareció Paula Vázquez, o el engendro en que se ha convertido en estos últimos años, presentando una gala que tenía como finalidad elegir al representante del país en el Festival de Eurovisión, evento que parece haberse convertido en uno de los objetivos prioritarios de numerosa parte de la población de España, al cual se lanzan hambrientos de fama y en busca de llenar los carteles anunciadores de las galas festivas del verano español. No llegué a centrarme en la retransmisión hasta pasado un rato del inicio, pero aún así, pude disfrutar de históricos momentos de inestimable basura televisiva. Tuve suerte de que en ese momento en que me decidí a soltar el mando y no cambiar más de canal, mis amigos ingleses llegaron de su ración diaria de "cañas y tapas", y compartieron conmigo lo que salía de la tele en forma de "música celestial" Nunca podré agradecer a Televisión Española la emisión de ese programa en busca de un ganador eurovisivo. ¿Cómo podría pagar el flujo de emociones que produce el contínuo desfile de gente, entonando sin vergüenza ninguna y menor acierto las peores canciones que la más degradada de las mentes pueda concebir? ¿Debería hacer una donación voluntaria de la nómina del resto de mi vida a la cadena estatal para contribuir a la emisión de este tipo de programación televisiva de calidad? ¿O debería emigrar a un país donde el hecho de ser famoso y salir en la tele, al precio de hacer un eterno ridículo, no sea una prioridad desde la más temprana infancia? Francamente, no tengo ni la menor idea. No se que hacer. Pero lo que está claro, aparte de que no puedo contar nada de lo que ví, me lo guardo celosamente para compartirlo con los que conmigo vivieron este ya pedazo de historia, es que mis amigos y yo pasamos uno de los más largos ratos de risa que jamás hayamos vivido. Ellos me preguntaban entre el llanto generado por la risa qué hacía en la tele toda aquella gente, que seguramente podrían contribuir al desarrollo de la sociedad de manera más acertada y menos embarazosa, intentando lograr la representación de España en Eurivision, un concurso que planteado en clave de humor, no tendría mejor resultado del que tiene ahora. ¿Quieres un consejo? No te pierdas el concurso de verdad. Si, si. El de Eurovisión. Visto lo visto, debe ser el entretenimiento del futuro. Yo no me lo pierdo.

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